Judith Reyes

sábado, 23 de abril de 2011

Judith Reyes / Por: Liliana García Sánchez

Revista Palabras Pendientes. Mayo de 2010.
Práctica artística y cultural desde sus aportes a la lucha

Judith Reyes. “Canciones con sabor a historia”
“Actuar es a la vez un conocimiento y una rebelión”
Toni Negri

El tema de la presente edición invita a una discusión necesaria y cada vez más urgente: Los aportes del trabajo artístico y cultural reflejados en modos novedosos de construir la historia, por lo tanto también formas otras de hacer política, hacia una apropiación estética y cultural, la apropiación de lo común; qué tanto participa el quehacer artístico y cultural en la construcción de un conocimiento crítico de la historia que permita la constitución de sujetos, capaces de apropiarse de su devenir y capaces de responsabilizarse concientemente de su entorno, tanto físico (el bios propuesto por Negri) , como espiritual e intelectual; en qué medida este quehacer permite la definición de terrenos de lucha y de contrapoder en el terreno mismo del imperio y la explotación. En este sentido, retomamos la pregunta planteada por Adolfo Sánchez Vázquez, ¿Qué aporta el arte a la revolución?, ¿Qué aporta la revolución al arte?
Estas dos preguntas estuvieron presentes en el trabajo de investigación que realicé sobre una cantautora dedicada en vida y obra a las luchas populares de su tiempo (Judith Reyes, una mujer de canto revolucionario), y están presentes en el proyecto que me ocupa actualmente, a cerca de la vida y la obra cancionística de León Chávez Teixeiro . Encuentro que mi trabajo tiene que ver con la documentación de estas historias de vida, pero no sólo eso, sino que me he visto en la necesidad de precisar con mayor rigor el papel de estos personajes como sujetos históricos, en el contexto de los movimientos de lucha popular, pues parto de la experiencia de la capacidad de estos sujetos y su obra para dinamizar un movimiento rescatando siempre la singularidad en peligro de extinción.
Para hablar de Judith Reyes Hernández, es necesario un ejercicio de memoria histórica que nos permita acceder al complejo entramado que se teje entre la vida, la obra y las circunstancias concretas de su tiempo y su espacio. De otra forma no sería posible insertar a Judith, con justo merecimiento, dentro del estudio de los Sujetos populares que testimonian y dinamizan, por medio del arte (pero no sólo), los procesos libertarios y las luchas populares. El papel de esta cantautora, como el de muchos artistas que han participado en diversos movimientos de resistencia, se inserta dentro de lo que Adolfo Sánchez Vázquez describe como un acercamiento entre la vanguardia artística y la vanguardia política, acercamiento que al Imperio le interesa que no se lleve a cabo, ¿por qué? Nos responde Gramsci... “Llevar a una masa de hombres a pensar coherentemente y de modo unitario el presente real y efectivo es un hecho “filosófico”, mucho más importante y original que el descubrimiento por parte de un genio filosófico de una nueva verdad que se convierte en patrimonio exclusivo de pequeños grupos intelectuales.” (Gramsci: 1978, p.14) corroboramos la afirmación de Gramsci en el estudio de Judith Reyes, pues hacia sus treinta y tantos años de edad, ella se separa tajantemente de la vida del espectáculo y el éxito que le habían traído sus canciones de corte ranchero y comercial. Sucede en los inicios de la década de los 60, cuando la historia exigía ser escrita, testimoniada, cuando la guerra sucia instauró (como en todo momento histórico) el atropello y la mentira como ley. Fue entonces que Judith, ya conocida como la “reportera revoltosa” en el Estado de Chihuahua, hace una promesa a los campesinos despojados de sus tierras en Santo Domingo: “Volveré a escribir canciones, pero ahora será diferente, voy a escribir canciones con sabor a historia”. Esta determinación no tiene sólo que ver con una postura política que en Judith fue madurando con los años y que se refleja fielmente en la fundación de su periódico “Acción. Voz revolucionaria del pueblo”; tuvo que ver también su historia propia, la de sus antepasados, la de su abuelo que se unió a la revolución contra el Porfiriato; la incertidumbre ante el abandono de su esposo y el destino de sus propios hijos y de su madre; tuvo que ver también el “hecho filosófico” del que habla Gramsci: el deseo de hacer común el conocimiento y la experiencia que ella cultivaba a través del canto en el contexto de la lucha. En lugar de partir de las músicas despersonalizadas que el sistema hegemónico imponía, ella se valió del cantar popular, el corrido, el huapango, el son y aun la canción ranchera porque estos estilos contenían históricamente la voz de los desheredados; su voz no vibraba en las listas de popularidad ni su figura apareció en las grandes cadenas televisivas, porque su objetivo era también educativo, revolucionario. Hacen falta figuras como Judith en todo momento de la historia, cuando los grandes monopolios coludidos con el sistema educativo buscan cerrar las vías a la crítica y la reflexión a través del arte. de esta observación podemos constatar ejemplos evidentes como la reciente reforma educativa (SEP, 2009), de cuyas consecuencias en el nivel crítico y reflexivo de los educandos nos percataremos en unos pocos años. Nuestros hijos pasarán por la primaria sin nociones de la cultura prehispánica que fortalezca su identidad cultural; los contenidos educativos, por centrarnos sólo en las materias sociales y humanísticas, son pobres y poco rigurosos en cuanto a quehacer histórico; los métodos de memorización de nombres, fechas y lugares no dejan lugar a la reflexión ni a la imaginación sociológica. Basta pasar una hojeada a los libros de texto gratuitos. Lo mismo podemos decir de la eliminación de materias como Lógica y Filosofía en el nivel bachillerato. Pues a individuos sin una sólida plataforma identitaria y cultural, será más fácil negarles el acceso al conocimiento crítico del funcionamiento de su sociedad. En su etapa más crítica de los últimos años, el capitalismo de consumo se ha propuesto “fabricar” robots humanos con rutinas y horarios definidos, siempre bajo la premisa de no detener bajo ninguna circunstancia la maquinaria.
Al capital le interesa en gran medida que el arte posea un carácter de “inofensivo”, al arte contestatario se le relegará en los ámbitos populares o bien “independientes”, restándole así fuerza transformadora. Pero los sujetos históricos como Judith declararon una guerra contra esta hegemonía, una guerra filosófica que ella supo sostener con su pluma, su voz y su guitarra.
Esta lucha, que empezó a nivel personal como una batalla por la sobrevivencia, se extendió a un nivel ideológico, cuando Judith empieza a compartir su vida cotidiana con la de hombres y mujeres en pie de lucha; cuando sus canciones le atraen el cariño y la amistad de guerrilleros, activistas, intelectuales y artistas pero le atraen también la amenaza, la persecución, la tortura y el exilio. No podía ser de otra forma porque ella sabía que su trabajo no era complaciente, ni mero e inofensivo entretenimiento. Uno de sus libros, titulado “El cantar materialista de la historia” es una amplia explicación de este hecho. Se trataba de escribir las canciones de la historia acallada, enterrada y maquillada; se trataba de denunciar la crudeza, la crueldad y de romper el cómodo silencio que reinaba en los medios de incomunicación. Esta crítica no se conformaba simplemente en una lírica y en un estilo vernácula, se conformaba también con un estilo de vida basado en la solidaridad, la enseñanza y la fortaleza para enfrentar la adversidad sin auto compadecerse pero también sin autocomplacencias de ninguna especie. Judith desconfiaba de los homenajes y de los halagos, despreció siempre las ofertas de éxito, fama y seguridad para sus hijos, pues consideraba que el precio era demasiado alto: abandonar su proyecto histórico de un México que ella deseaba para sus hijos y para todos los mexicanos; el precio por lo tanto significaba traicionar no solo sus propios principios y convicciones, sino la lucha y los sueños por los que tantos cayeron y por lo que tantos hombres y mujeres se sumaban generosa y concientemente. Judith comprendió, quizás de manera más empírica que teórica (y eso le da un valor sustancial) la responsabilidad que significaba escribir y vivir para la lucha, pues sabía que no era un compromiso personal, sino común: “Un movimiento filosófico es histórico cuando encuentra en el contacto con la gente la fuente de los problemas a estudiar y resolver, sólo así la filosofía se vuelve vida.” (Op.Cit.: p. 20), agregaría Gramsci, una filosofía de la praxis implica hacer una crítica del sentido común, es decir, una crítica del orden establecido, de las leyes y prohibiciones, de lo aceptado como “bello”, “culto” o “auténtico”, y dentro de esta crítica, el estudio de Judith me permitió también dar inicio a una crítica de lo que comúnmente se denomina como “popular”. Este concepto me parece que guarda una importancia capital en el análisis del sujeto histórico, pues se ha difundido una idea conveniente para las esferas hegemónicas del poder político, para éstas, lo popular es lo perteneciente a “las masas”, es decir, no perteneciente a las élites de “lo culto”, es lo que “todos” deseamos consumir, lo accesible tanto mediática como económicamente, lo que no tiene peligro de fallar en el mercado pero tampoco de diluirlo. Lo popular para el poder viene a ser la esfera en donde “todos” participan sin crítica ni reflexión; donde no hay lugar a la Singularidad. Esta concepción de lo popular deja a las creaciones así calificadas, desprovistas de poder histórico, las debilita y las hace parecer inofensivas.
Lo popular como lo vengo trabajando en mi línea de investigación, parte de un interés por no confundir la cultura popular con la cultura de masas… “La cultura de masas no es otra cosa que una campaña imperialista de embrutecimiento de los pueblos, apoyada en lo que Margulis denomina medios de incomunicación de masas, pues apuntan a dificultar toda forma real de comunicación entre los hombres.” (Colombres, 1997: 8 – 9)
De acuerdo con Eduardo Galeano la cultura de masas enseña a competir, no a compartir. La cultura popular es una cultura compartida, tal cual la concibió Reyes, mientras que la cultura burguesa se consume como cualquier otro producto en el mercado. La cultura popular viene desde abajo, la de masas nos viene de arriba. La cultura popular no es cultura para ser vendida, sino para ser usada, es decir, nos sirve a todos para participar de la construcción histórica y para intervenir activamente en el debate político.
De ahí que, por su extracción netamente popular, el corrido y la canción social sean relegados al plano de “expresiones tradicionales”, aunque desde la cultura popular se escriba y se publique, no pueden invadir el ámbito “sagrado” de la literatura o de la música. Se le niega la dimensión creadora y provocadora de cambios (dimensión transformadora), y se le relega al museo, como un exotismo, como un elemento muerto, inmóvil e inoperante. A esta idea se enfrentaron Judith Reyes y su obra, ella como muchos cantores de las luchas populares, corrieron el peligro de quedar catalogados como canto vernácula, canción de protesta, o canto nuevo, vacíos de contenido, inmovilizados por su esencia artesanal, e incapacitados para crear nuevas formas de hacer y narrar la historia. Por eso vale la pena atender a las palabras de Alberto Híjar , cuando hace referencia a la canción urgente así llamada por Inti Illimani , pues ante todo, antes que etiquetar con nombres estáticos este tipo de obras, es importante distinguir su capacidad de acción, y su capacidad de inducir a la acción en el momento preciso en que ocurre la historia. En este sentido Judith es puntual y estricta. Una práctica disciplinada de información y difusión de lo investigado, un rigor en la transmisión lo más transparentemente posible de la realidad; un actuar para bien común, siempre antes que el bienestar personal. Pudiera pensarse que esta es una apología de las bondades revolucionarias de una artista de mediana calidad musical, como muchos tacharon a Reyes. Pudiera decirse en contrapunto que ella llegó a edad avanzada a la radicalidad de su pensamiento político y que por lo mismo dicha radicalidad le restó concreción y fuerza dialéctica a su obra. Pero ella era conciente de sus limitantes técnicas en cuanto a la música, y su intención no tenía que ver con habilidades virtuosas ni con genialidad destinada a unos cuantos educados escuchas. Ese cantar “tosco”, como ella misma describe su obra, tiene que ver con la misma tosquedad del mundo que la rodea a ella y a las luchas que acompaña. Por otro lado, como observa su contemporáneo y amigo León Chávez Teixeiro, a ella le interesaba compartir en su inmediatez el conocimiento, antes que revestirlo de adornos y florituras que lo hicieran agradable. Quizá esta intención estética tenga que ver con la acción política como ella la concebía, como ella la fue aprendiendo al lado de sus compañeros en lucha, ese cantar materialista, necesario y por su puesto poco valorado, al ser irreductible a principios de mercado, sentido común, belleza o “popularidad”. Sin embargo podríamos mirar con cierta distancia y a la vuelta de los años el legado cultural de compositores como Reyes y plantearnos porqué hacia el final de su vida y su carrera, Judith fue cayendo en la desvalorización y el anonimato; qué ocurrió con su poder de convocatoria a la acción, porqué sus canciones dejaron de ser cantadas y su ejemplo fue seguido por cada vez menos jóvenes músicos. Quizá lo que apunta Mario Margulis nos ayude a responder, “Un proceso revolucionario trae cambios de contenido, pero éstos sólo significarán un avance si se sitúan en la auténtica liberación del poder creador del pueblo, en una transformación profunda de los modos de producción cultural” (Op. Cit.: 19 – 20). Judith enferma de gravedad iniciando sus 60 años de edad, relativamente joven pero tremendamente cansada, ella misma afirmaría que el tiempo no le fue suficiente, que los acelerados años 80 la habían rebasado. Quizás así fue, pero tampoco ella pudo imaginar que su voz nos volvería a acompañar durante el siglo XXI. Proyectos actuales como “La otra canción popular mexicana” de Francisco Barrios , y “La Chava de la Martín Carrera” en homenaje a León Chávez Teixeiro y encabezado por Josué Vergara, ambos proyectos sustentados por kloakaskomunikantes A.C., prueban que la historia continua urgiéndonos a retomar las voces de los cantores de la lucha, los “locos viejos” que viven y mueren en la raya, a quienes Barrios canta con admiración y una energía más creadora que nostálgica. La imaginación sociológica y filosófica para descubrir la semilla imperecedera que queda plantada en cada lucha, en cada sitio donde el sujeto popular surge, actúa y alienta.

Liliana García Sánchez



Corrido de Arturo Gámiz
L y M: Judith Reyes


Ciento veinticinco verdes
de esos que defienden hoy
el latifundio del rico
llamándolo institución
ametrallaron rabiosos
la guerrilla popular
y desgajaron con balas
una esperanza rural.

El 23 de septiembre
muy presente tengo yo
año del sesenta y cinco
en Madera sucedió;
casi por la madrugada
el cuartel se estremeció,
Arturo Gámiz llegaba
con los hombres que escogió.

Portaba rifle muy bueno
carabina militar
una granada en la mano
y la confianza de ganar,
ira revolucionaria
estremecía su corazón
porque la reforma agraria
era burla de la nación.

Arturo Gámiz le dijo
al campesino del lugar
por los caminos legales
tierras no te van a dar
si acapararon la tierra
los Borunda y Alemán
toma tu rifle y pelea
como lo hacen los Gaytán.

Lo persiguieron soldados
y Arturo los desarmó
y por dos veces yo supe
que encuerados los dejó
ya se traía bien cansado
al gobiernito de Giner
porque su causa era justa
y por ser más hombre que él.

La concesión que el gobierno
alemanista dio a Trouyet
para que explote los bosques
de Chihuahua, mire usted,
cómo ha dejado sin tierra
al campesino del lugar
y al Tarahumara y al Pima
no se cansan de explotar.

Por eso es que Pablo Gómez
no se pudo contener
pronto se fue pa la sierra
para nunca más volver
Pablo murió con Arturo
asaltando ese cuartel
su rifle fue poca cosa
para un corazón como él.

Adiós doctor Pablo Gómez
Adiós Salomón Gaytán
Adiós Valdivia y Quiñones
ya no los perseguirán
adiós Emilio y Antonio
y el que no supe quién fue
Arturo Gámiz no ha muerto
y ustedes saben porqué.





BIBLIOGRAFIA


Colombres, Adolfo, comp. La cultura popular
1997, Ediciones Coyoacán. Colección Diálogo Abierto.

García S., Liliana Judith Reyes. Una mujer de canto revolucionario
1ª edición Editorial Red_Ez Tejiendo la Utopía, 2007
2ª edición Ediciones Clandestino. 2008.

Gramsci, A. Introducción a la filosofía de la Praxis.
Ediciones Península, Barcelona, 1978.

Negri, Toni. Del retorno. Abecedario biopolítico.
Random House Mondadori, Barcelona, 2003.

Sánchez Vázquez, Adolfo. Sobre Arte y Revolución
Grijalbo, 1978.

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